martes, enero 01, 2008

...

Hacía tiempo que no contemplaba un amanecer tan apocalíptico como el de esta mañana que, para sorpresa mía, ha venido sin resaca y sin los labios resecos, ni siquiera con aquella acidez en el estómago tan característica de los años nuevos. Nada más me despierto en silencio, me ducho un par de veces dejandome el pelo mojado, y bajo por las escaleras sin zapatos. Contemplo el sillón donde hace unas noches durmió una chica con la que regresé a mi casa de una discoteca. Inmediatamente sufro una especie de falshback y tengo la impresión de estar otra vez ahí, sentado junto a ella, despertándola mientras le doy pequeños golpecitos en su brazo desnudo. Ella tenía los ojos cerrados, una minifalda, y todo era un espectáculo de lo más extraño. Ahora en cambio avanzo de puntillas por un pasillo lleno de puntitos, que no son otra cosa que pedacitos de confeti de colores, respirando un humor amargo que identifico como mierda y contemplo mis zapatos marrones manchados con caca de perro. A un costado miro una botella rota de cerveza que ha dejado el piso pegajoso y con pedazos de vidrio, montañas de salsa de parrilla en estado de putrefacción. Alrededor de la mesa revolotean unas moscas que se han adueñado del espacio, haciendo piruetas en el aire cuando me ven aparecer. Hay todavía carne que no se ha terminado de cocinar en platos con cubiertos que por alguna extraña razón se han apilado de manera desordenada, inclinada como una torre de pisa, y discos junto al equipo de música que alguien ha manchado con grasa. Los vasos y las copas están diseminados por ahí, con licor en algunos casos y con puchos en otros. Alguien usó de cenicero un vaso con lo que parece ser una mezcla de cerveza y champagne. Todo huele a mierda. Y mientras avanzo no dejo de repetirme "¡Qué quemado! ¡Qué quemado estoy!" al darme cuenta de que, otra vez, no tengo una noción muy clara de cómo acabó todo anoche. Por alguna razón no hay nadie en casa y siento que todo está en silencio a kilómetros de distancia. (Aunque soy consciente de que en esta ciudad siempre hay alguien aguardando algo). Luego me pregunto qué será de aquella chica que pasó la noche en mi casa y me siento tentado de llamarla.